junio 10, 2012

Chau, Brasil


Una vez más, todo parece cantado. Todo parece derrumbarse. Es fácil echarle la culpa a cualquiera, me incluyo. Perú se despidió del mundial de Brasil, duela a quien le duela. ¿Matemáticamente? Imposible. Todos se hicieron ilusiones y terminó como siempre. “Estamos mejor que antes”, “Todavía falta”, nada sirve ya. Este proceso se pinta a ser igual a los anteriores. Últimos de Sudamérica; o penúltimos, si Bolivia es causa. Díganme pesimista y antipatriota si quieren. No creo que lo sea.
En cada proceso, la televisión y ahora, las redes, se llenan de tanta publicidad de cerveza y gaseosas que terminamos diciendo que – nuevamente – todo esta vez será distinto. Se exalta demasiado a jugadores que no lo merecen, Ruidíaz por ejemplo. Se crean estúpidos apodos como el de “Los cuatro fantásticos”. El canal de cable le cambia el nombre al proceso, ahora son las Clasificatorias. Señores, se llaman Eliminatorias, según la FIFA porque se eliminan más selecciones de las que clasifican. Tiene sentido ¿no?
Jugadores a los que no les importa su selección. Pizarro habla de su lesión en Lima, luego que con dinero de nuestros impuestos lo trajéramos al país, nos hubiésemos ahorrado plata, tiempo y cólera. El otro se intoxica con salchipapas. ¡Qué tales fantásticos! Caso aparte, el señor Guerrero, buen futbolista, pero demasiado impulsivo, y el de muchachos que, jóvenes ellos, se entregan al partido, lástima que no sean muy buenos con el balón. Un entrenador que confía demasiado en jugadores como Revoredo, que más de una vez han demostrado que no son dignos de convocatoria, termina molestando demasiado.
Tengo una camiseta de la selección en mi armario y no seré tan ridículo de decir que nunca más me la voy a poner. Tampoco dejaré de criticar las convocatorias de Markarián y la actitud de referentes como la del Bombardero de los Andes. La suerte está echada. Todo es reflejo del mal trabajo de todos los involucrados: dirigentes corruptos, entrenador argollero, futbolistas sin convicción, hinchas demasiado ilusionados, todo tiene que ver.
Debo confesar que, después de la Copa América, creí en una remota posibilidad, pero en el fondo sabía que este momento llegaría, solo que espere que se demorara un poco más y que ocurriera de manera menos vergonzosa. Ahora, solo queda esperar los once partidos que quedan y que muchos ilusos aún llenen el Estadio Nacional. Yo no. Veré los partidos por televisión para entretenerme un poco. El fútbol es un buen desestresante, no permitiré que los partidos de Perú cambien más este concepto.


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