octubre 28, 2012

Amigo Boys, suerte


Este Tipo Raro es hincha de Sporting Cristal, no del Sport Boys, pero es imposible para mí no tenerle cariño al equipo de la ciudad en la que vivo. El Sport Boys, cuna de grandes jugadores, el equipo chalaco de camiseta rosada, está con pie y tres cuartos en la Segunda División de nuestro fútbol, de ese fútbol condenado a no ir a un mundial, de ese fútbol para el que solo existe Alianza y la U.




POBRE BOYS

Siempre es impactante que un equipo tradicional descienda, y esta no será la excepción, sino recordemos los deprimentes descensos de River Plate en Argentina y de la Juventus en Italia, por citar algunos casos de la última década. El Boys ya descendió en dos oportunidades, en 1987 y en el 2008, dejando un gran pesar entre los chalacos, a quienes les daba igual si el Atlético Chalaco o el polémico Total Chalaco participaran en el campeonato. El hincha rosado nunca abandonó a su equipo, lo siguió en Segunda hasta que ascendiera dignamente, y no comprando cupos a equipos de provincia, como la jugarreta de Kouri con el Total Chalaco y el gran presupuesto de la Universidad San Martín.
El Sport Boys es el más claro ejemplo de garra (disculpen, cremas). El equipo cuenta con uno de los presupuestos más bajos del Torneo desde el 2008, año en el que cayó en la peor crisis económica de su historia. La corrupción dentro de la dirigencia hizo que en ese año las deudas con la SUNAT, la Agremiación de Futbolistas y el IPD llegarán a picos impensables. Los jugadores no tenían ni un buen lugar para entrenar. El Boys se fue a la baja.
En el 2009, ya en Segunda División, el Boys luchó y luchó. La tía ‘Poco Floro’ y la Tía Pochita eran las primeras en apoyar al equipo del primer puerto del país. Todo el Callao estaba unido con la rosada. Un desaparecido Waldir Sáenz condujo por la línea de gol a un equipo por el que los auspiciadores no se interesaban (su sponsor era el Gobierno Regional del Callao). El Boys regresó a Primera con solo una temporada en ese campeonatucho al que llamamos Segunda División, ese que prácticamente no existe para la FPF y el IPD y que debería tomarse en serio.
El regreso a Primera no fue la solución, la administración de Karla Bozzo trajo más problemas que soluciones. No había dinero para contratar jugadores ni para pagarles a los ya contratados. No había donde entrenar, no había un médico en el club ni servicios básicos de higiene, la incomodidad era obvia, pero, así, el club consiguió mantenerse en el campeonato. Situación parecida durante todo el 2011.
‘Machito’ Gómez, ese gordito que fue acusado de asesinato, se convirtió en el primer referente de un equipo que miraba al 2012 como el año de la recuperación, el año en el que la rosada volvería a ser la de los viejos tiempos, se contrataron algunos jugadores con experiencias, la camiseta se renovó (en realidad, es igual a la alterna de la Juventus de Italia). Pero, nada funcionó. Los problemas continuaron, a tal punto, que los jugadores entrenaban en lozas deportivas de la municipalidad. Los malos resultados acompañaron al equipo y hoy está prácticamente condenado al descenso.
Tal vez esto servirá como lo que se merece la mala administración del club, pero El Callao y su pasión por el fútbol terminarán pagando los platos rotos. No habrá fútbol de Primera División en el puerto, al menos por un año. Son lamentables los niveles tan críticos a los que pueden llegar la corrupción y el poco poder de decisión.

EL SENTIMIENTO ROSADO

El Boys nació con fragancia a patria. Se fundó un 28 de julio de 1927 en el Callao, el primer puerto del país, por los alumnos del Colegio San José de los Hermanos Maristas.  Es por ello, sin duda, que muy pronto se metió en el corazón de los chalacos y se convirtió en el engreído de la mayoría, porque, solamente algunos de los porteños de antes seguían fieles a la tradición y a la reverencia ante el club decano del puerto: el Atlético Chalaco.
El hincha rosado es, ante todo, fiel. La Barra ‘Vamos Boys’ fue la primera en el Perú (1966) en alentar al equipo los noventa minutos sin parar, y la primera en acompañar a su equipo a sus presentaciones en provincias. Recordemos que en 1989, cuando el equipo se debatía entre los últimos lugares y como dijimos antes, descendió, los hinchas asistían masivamente al estadio, e incluso, mientras el Boys luchaba por volver a Primera, los partidos de local se jugaban en el Telmo Carbajo a estadio lleno y con cientos de espectadores más apostados en los techos de las casas vecinas o en los muros del estadio.
El Boys es también un caso muy particular dentro del fútbol peruano, en el sentido de que es el único equipo que, aparte de tener historia y tradición de equipo “grande”, tiene también un profundo arraigo regional, muy semejante al de  los equipos de provincias. Los hinchas del Boys son, en su inmensa mayoría, chalacos y es costumbre escuchar en cada partido el grito guerrero Chim Pum Callao. Por ejemplo, sería difícil oír tres hurras por La Victoria, Ate o el Rímac de Alianza Lima, Universitario o de mi amado Sporting Cristal, respectivamente. Sería imposible encontrar este importantísimo ingrediente regional en la hinchada de cualquier otro club nacional.
Por todo esto, te voy a extrañar en Primera, amigo Sport Boys. Mucha suerte.

octubre 15, 2012

El día que Bob Esponja me sorprendió

Ayer, después de mucho tiempo, me senté a ver un capítulo de Bob Esponja. Esa serie siempre me pareció graciosa y muy entretenida, y me sorprendió mucho ver un capítulo con tanta carga social dentro. Nunca había considerado a la historia de la esponja chillona y su tonto amigo estrella de mar como una serie de esas que critican el nuevo orden mundial político y social. Es algo común en Los Simpson, Padre de Familia, hasta en Phineas y Ferb, pero, lo que vi en Bob Esponja fue realmente de consideración, pues el mensaje fue claro, con las situaciones bien satirizadas y con las personalidades  muy bien marcadas.


En aquel capítulo llamado “La Última Batalla de Bob Esponja”, Bob Esponja y Patricio se encontraban jugando en el campo de medusas dando saltos poco masculinos cuando se percatan de un gigante letrero que anunciaba un nuevo proyecto: La Súper Carretera Shelly, que se construirá sobre el campo de medusas. Bob y la estrella se asustan, pues temen que su tan amado lugar de diversión se convierta en un montón de asfalto que destruirá la naturaleza y ahuyentará a las medusas. Al primero al que le solicitaron ayuda fue a Don Cangrejo, quien se manifestó a favor del proyecto, pues la carretera le traería más clientes y por ende, más dinero. Calamardo les dice que se preocupan demasiado. Bob descubre que el ingeniero detrás del proyecto de la Súper Carretera es Plancton, ese antenoso de un solo ojo que quiere la fórmula de la kangreburger. Don Cangrejo cambia de opinión cuando comienza a sospechar de Plancton.
Los amiguitos inician una campaña de concientización sobre la importancia del campo de medusas para Fondo de Bikini. No reciben el apoyo necesario. Bob y Patricio radicalizan la campaña, reparten volantes y hasta se disfrazan de hippies (Patricio lo fue todo en esa escena), pero la gente los rechaza y les lanza bolas de papel, el papel de los volantes. Plancton les dice que nada detendrá el proyecto porque fue aprobado en un referéndum y todo el pueblo estuvo de acuerdo.
Un grupo de policías detiene días después a Bob y Patricio por desorden público. La gente felicita la labor de la policía, quienes celebran como si fueran los ganadores del Oscar. La Súper Carretera finalmente se construye, a pesar que Bob y Patricio se echaron en la arena para evitar el asfaltado (los pasan por encima). Las medusas se van y ya no queda ninguna en los alrededores. Todo es oscuro en Fondo de Bikini. Al que le va peor es a Don Cangrejo, han pasado tres meses y como su restaurante quedó ubicado en uno de los soportes de la Súper Carretera, en ese tiempo no ha recibido ningún cliente. El cangrejo anuncia el cierre del local, dejando a Bob y a Calamardo sin trabajo. Calamardo se alegra, no verá a Bob a diario, mientras Don Cangrejo decide venderle la fórmula de la kangreburger a Plancton, y así sacar un poco de dinero.
Bob camina triste por la calle mientras ve la Súper Carretera, el cielo gris por tanto humo de carro, y a la gente (peces antropomorfos en realidad) que poca importancia le toma a la situación. Se encuentra con Patricio y los dos ven un evento inesperado: las medusas que tres meses atrás se alejaron de los alrededores de Fondo de Bikini regresaron en busca de su hábitat natural. Comenzaron a atacar electrocutando a todos los ciudadanos. Bob se tropieza y ve a Patricio inmóvil en medio de la calle, cuando piensa que será atacado por las medusas, estas no lo tocan. Las medusas no la hacen daño a ninguno de los dos.
Un grupo de medusas ataca a Plancton justo antes que Don Cangrejo le entregue la fórmula secreta. La gente comienza a reunirse asustada por el ataque. Bob les explica que todo se debe a lo mal que todos se portaron con la naturaleza al permitir que sobre ella se construya una autopista que lo único que ha hecho es contaminar la cuidad. Todos escuchan atentos el discurso de Bob, cuando Plancton lleno de ampollas se niega a la destrucción de la carretera advirtiendo que fue aprobado por votación popular.
Bob se sube a un tractor y con la ayuda de varios amigos se dispone a destruir la pista. Plancton se burla del poco éxito que vienen teniendo. En ese momento, todo Fondo de Bikini apoya la medida y enrollan la pista como un pionono con Plancton dentro. Todos celebran, el restaurante de Don cangrejo vuelve a abrir, el campo de medusas vuelve a verse verde y el cielo nuevamente es azul. Bob y Patricio se dan la mano, lograron derrotar la injusticia.

Ahora, ¿se les hace familiar esta situación? Creo que está claro. No hay mucho que decir.
La crítica directa a la falsa idea de progreso y la indiferencia a las causas sociales; y una simpática reflexión sobre las consecuencias hacen de este capítulo uno de antología.

Gracias Bob.

Pude conseguir un extracto del capítulo aquí.