Las cosas parecen estar ya demasiado mal. Un grupo
de estudiantes universitarios dañó la base del monumento a José de San Martín,
el argentino que proclamó la independencia lanzando una frase que todos
aprendimos en primaria. Tal vez, estas acciones no fueron las
adecuadas: no puedes dañar algo que le pertenece a todos porque no estás de
acuerdo con una forma de gobierno. Ya, los muchachos hicieron mal, hay mejores maneras
de protestar. Pero, ¿necesitaban tantas cámaras, páginas y minutos? ¿Tenían que
calificarlos como vándalos y pedir que se les encarcele?
Ollanta Humala calificó a los graffiteros de ‘malcriados’. Si ellos son malcriados, ¿qué son los
policías que mataron a un menor de edad en Cajamarca? Muchos periodistas que no
dijeron nada frente al sangriento resultado de los estados de emergencia,
hablaron hasta por las puras de las bases del monumento, ese monumento que
forma parte de una plaza diseñada por el papá del ex suegro de la alcaldesa, de
paso, la única que debió manifestarse públicamente sobre el caso, pues eran
daños a su jurisdicción.
La sangre derramada en Cajamarca es del mismo color
que las pintas en la plaza, pero, a la prensa le importa más la segunda porque
se está yendo en contra de lo bello que es la ciudad, esa ciudad que es de
todos. Desde ese punto de vista, una ciudad con violencia, muerte y reclamos se
ve bien como está, porque no es Lima, no es la capital, y por ende, no es importante
lo que le pase. Acá se está dañando patrimonio, allá están manteniendo el
orden, se está impidiendo que ‘perros conchetumadre” agiten a un público que
quiere ser respetado. Curioso ¿no?
La estatua de un hombre que nunca confió que los peruanos
pudieran gobernarse y prefería una política monárquica en una nación
independiente es para la prensa peruana más indignante que la defensa de los derechos
de un pueblo, uno que ya votó contra Conga el día que votó por Ollanta Humala para
presidente. Periodistas que arman sus reportajes con las declaraciones de los
testigos indirectos, sin analizar todas las partes. Todo un enredo con
calificativos agresivos y prejuicios. Había que destacar algo impactante, las marchas
contra Conga no convienen, además, no venden. Los ‘vándalos’ tenían que ser la
noticia.
Tampoco se informó como se debía que en aquella
manifestación un grupo de jóvenes expulsó del lugar a manifestantes del Movadef,
esos que están acostumbrados a interrumpir lo que puedan con su aburrido argumento
de la amnistía y defensa de derechos. Los jóvenes demostraron que los daños del
terrorismo no se olvidan. No se dijo mucho de eso, perdón, sí se dijo, pero en tercer o cuarto plano, o sea nada. Las redes sociales
permitieron que muchos nos enteráramos. Lamentable todo esto, ya no; deprimente
es la palabra, quien debe informar se dedica a desinformar.
Ya sabemos, una piedra con forma humana vale más
que madres sufriendo por la muerte de sus hijos a manos de abusivas autoridades.
Un poco de piedra lisa es más importante que la lucha contra el rebrote del
terrorismo. La estatua de un argentino patilludo merece más atención que los
grandes problemas de la nación. El periodismo peruano viene en esa misma línea
desde hace mucho tiempo, una mejora a corto plazo es una utopía de las más
grandes, hay que actuar.
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