julio 13, 2012

Sangrar pintura



Las cosas parecen estar ya demasiado mal. Un grupo de estudiantes universitarios dañó la base del monumento a José de San Martín, el argentino que proclamó la independencia lanzando una frase que todos aprendimos en primaria. Tal vez, estas acciones no fueron las adecuadas: no puedes dañar algo que le pertenece a todos porque no estás de acuerdo con una forma de gobierno. Ya, los muchachos hicieron mal, hay mejores maneras de protestar. Pero, ¿necesitaban tantas cámaras, páginas y minutos? ¿Tenían que calificarlos como vándalos y pedir que se les encarcele?
Ollanta Humala calificó a los graffiteros de ‘malcriados’. Si ellos son malcriados, ¿qué son los policías que mataron a un menor de edad en Cajamarca? Muchos periodistas que no dijeron nada frente al sangriento resultado de los estados de emergencia, hablaron hasta por las puras de las bases del monumento, ese monumento que forma parte de una plaza diseñada por el papá del ex suegro de la alcaldesa, de paso, la única que debió manifestarse públicamente sobre el caso, pues eran daños a su jurisdicción.
La sangre derramada en Cajamarca es del mismo color que las pintas en la plaza, pero, a la prensa le importa más la segunda porque se está yendo en contra de lo bello que es la ciudad, esa ciudad que es de todos. Desde ese punto de vista, una ciudad con violencia, muerte y reclamos se ve bien como está, porque no es Lima, no es la capital, y por ende, no es importante lo que le pase. Acá se está dañando patrimonio, allá están manteniendo el orden, se está impidiendo que ‘perros conchetumadre” agiten a un público que quiere ser respetado. Curioso ¿no?
La estatua de un hombre que nunca confió que los peruanos pudieran gobernarse y prefería una política monárquica en una nación independiente es para la prensa peruana más indignante que la defensa de los derechos de un pueblo, uno que ya votó contra Conga el día que votó por Ollanta Humala para presidente. Periodistas que arman sus reportajes con las declaraciones de los testigos indirectos, sin analizar todas las partes. Todo un enredo con calificativos agresivos y prejuicios. Había que destacar algo impactante, las marchas contra Conga no convienen, además, no venden. Los ‘vándalos’ tenían que ser la noticia.
Tampoco se informó como se debía que en aquella manifestación un grupo de jóvenes expulsó del lugar a manifestantes del Movadef, esos que están acostumbrados a interrumpir lo que puedan con su aburrido argumento de la amnistía y defensa de derechos. Los jóvenes demostraron que los daños del terrorismo no se olvidan. No se dijo mucho de eso, perdón, sí se dijo, pero en tercer o cuarto plano, o sea nada. Las redes sociales permitieron que muchos nos enteráramos. Lamentable todo esto, ya no; deprimente es la palabra, quien debe informar se dedica a desinformar.
Ya sabemos, una piedra con forma humana vale más que madres sufriendo por la muerte de sus hijos a manos de abusivas autoridades. Un poco de piedra lisa es más importante que la lucha contra el rebrote del terrorismo. La estatua de un argentino patilludo merece más atención que los grandes problemas de la nación. El periodismo peruano viene en esa misma línea desde hace mucho tiempo, una mejora a corto plazo es una utopía de las más grandes, hay que actuar.

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